Nunca me he preocupado en saber si fulanito vive en el quinto o el que me acabo de cruzar en el portal es hijo/a de la del octavo... La verdad, desde que empecé a vivir por mi cuenta, únicamente conozco a los que están en mi misma planta y, como mucho los que viven encima o debajo. Del resto no tengo ni idea ni presto interés alguno en ubicarlos, sobre todo teniendo en cuenta que vivo en un edificio de 12 alturas con cuatro manos por piso.
Por supuesto, soy una persona educada y saludo a la gente con la que me cruzo, ya sea en el portal o en la escalera, pues suelo evitar usar el ascensor al vivir en un segundo y de paso me ahorro conversaciones insustanciales con gente que me incomoda. Quizás es que soy un poco rara, pero a menos que venga cargada hasta las orejas con las compras (ahora en mi estado, no ), subo a patita y así
hago un poco de pierna, que nunca viene mal.
También soy un poco "cruel" porque, con la colaboración de Watio, tengo una tendencia natural a apodar a la gente que me rodea y por la cuál no siento un apego especial (leáse vecinos, conocidos del barrio, del
Pueblo, etc.). Suelo ser más proclive a esta práctica cuando me caen mal, así que no me siento nada culpable cuando me refiero a ciertos invididuos empleando sus
motes. Es más, acertar a la hora de poner aquél que sea el más adecuado para una persona, porque resalte alguna cualidad peculiar o defectillo que caracterice al susodicho en cuestión, supone para nosotros todo un reto (aparte del consabido cachondeo). Y además, qué leñes, seguro que nosotros también contamos con el nuestro.

Tengo el típico vecino bastante relajado en cuestiones de higiene corporal, aquél que tú misma te preguntas cómo no se huele a sí mismo (sobre todo en verano) y no se da cuenta del pestazo que emana su
alerón cuando adelanta el brazo para abrirte la puerta y más que un favor, te produce una intoxicación de
sobacosis aguda... En este caso fué Watio (jaleado por mí, por supuesto), el que se encargó de bautizarlo como "
Sobaco veloz", porque antes de que tus ojos lo perciban, tu olfato ya sabe que está ahí... Su mujer, a quién también abandonó el desodorante hace tiempo, al mismo tiempo que el champú, cuya evidencia es una lacia media-melena brillante de grasa, se ha ganado el sobrenombre de "
Clamidia".
Mi vecina de al lado es otro caso muy particular. Es bajita, pequeña y de facciones
difíciles, y si a esto le añadimos su constante gesto huraño, quizás le falte la escoba para salir volando. Pero su manera de saludar, un ligero movimiento de cabeza acompañado de un gruñido casi gutural, más propio del hombre de las cavernas que de un ser humano, le ha valido el apodo de "
Cromi" (cariñosamente Cromagnon). Creemos que es más apropiado si además tenemos en cuenta que su marido es "
Picapiedra", un garrulo refunfuñon que no escatima en dar voces, aunque afortunadamente es de los que se les va la fuerza por la boca.
Luego está "
Gafas locas", ese vecino sabiondo y además nervioso, que en las reuniones de vecinos salta como un resorte y sus gafas parecen cobrar vida y moverse ajenas a su rostro, como si fueran a escapar de su dueño...
Y quién no tiene el típico vecino que va tieso como un palo, tan orgulloso y satisfecho de sí mismo que mira a los demás por encima del hombro en una maniobra de desdén absoluto y que si puede, evita el saludo. Este individuo es el "
Pecho-tabla".
Por supuesto, también está la señora entradita en años y en kilos que parece tener un principio de síndrome de Diógenes o que al menos, lo que acumula en su casa expide un aroma bastante desagradable, porque cada vez que abre la puerta todo el rellano se inunda de un fuerte olor a rancio que te hace preguntarte si no tiene ahí toda la selva con animales incluídos dentro. Es nuestra vecina "
Jumanji" (creemos que guarda el juego de la famosa película). Aunque en este caso dudamos si ponerla la "
Mugres",
mote que se ganó finalmente otra vecina, cuyo baño fue visionado para el arreglo de una fuga comunitaria, y que de haber hecho la prueba del Carbono-14, sin duda hubieran encontrado pruebas de que allí había defecado el mismo Atila.
Al "
Tenebroso", un tipo de barba desaseada y abundante, mirada aviesa y siniestra vestimenta, puedes imaginártelo trabajando de enterrador en algún cementerio o de
amo de llaves en algún tétrico castillo.
El
"Espantatiburones" es ese viejo que se
caga en las muelas de quién sea, remontándose a la guerra civil o a la postguerra si considera oportuno, despotricando voz en grito en un interminable monólogo (porque habla para sí mismo) cuya coletilla más recurrente es "Cuadrilla de hijos de puta...". Si tienes la mala fortuna de cruzarte con él, más te vale seguirle la corriente a poder ser con un leve asentamiento de cabeza y huye, huye lo más rápido que puedas... Ni se te ocurra contestar a su diatriba porque si tienes la osadía de rebatir su demagogia trasnochada, date por jodid@...
Por último, esta el especímen
"Zamugas", ese vecino que lleva con orgullo su descomunal tripa cervecera y que las pocas escaleras del portal ya le producen un evidente sofoco... Porque encima es de esos fumadores empedernidos que entra con el puro encendido y sube al ascensor, dejando apestado un espacio reducido que usamos otras personas que no tenemos por qué aspirar sus malos humos... Y se te pasa por la cabeza por qué otro orificio podría fumarse el maldito puro...
Seguramente me estoy olvidando de otros muchos, pero creo que con la muestra que os he puesto, ya es suficiente...