lunes, 2 de febrero de 2009

La fuerza del agua

Cada vez que empieza a llover de manera torrencial en el Norte, temblamos. Todo el mundo se acuerda de las devastadoras inundaciones ocurridas en el País Vasco en el año 1983.

Yo aún no andaba por estas tierras, pero fue algo impresionante y si alguna vez visitáis el Casco Viejo de Bilbao, una de las partes mas emblematicas de la Villa, se pueden ver en muchas fachadas (y en algún comercio) unas placas en las que se distingue una linea horizontal y una inscripción que indica el nivel que alcanzó el agua ese 26 de Agosto de 1983.

Ese día, en la recta final de la Semana Grande de Bilbao, las previsiones meteorológicas no auguraban un día especialmente lluvioso: "Algo de inestabilidad en la zona norte". Pero lo cierto es que empezó a llover sin parar y de forma torrencial sobre la capital, cayendo 600 litros por metro cuadrado, lo que equivale a una capa de agua de 60 cm. Los expertos achacaron el inesperado fenómeno a una especie de gota fría, por el encontronazo de corrientes frías provenientes del norte con corrientes cálidas del sur.

Durante las fiestas de Bilbao, se colocan unas grandes carpas a la orilla de la ría dónde se sirve bebida principalmente, estas casetas son las txoznas, y constituyen una parte muy representativa del ambiente festivo que se vive en la ciudad durante sus fiestas. Todas ellas fueron arrastradas sin contemplaciones por la ría del Nervión, que se desbordó hasta inundar el Mercado de la Ribera en sus tres plantas y las calles del Casco Viejo, alcanzando una altura de 5 metros en muchos puntos.

Las aguas tardaron dos días en volver a su cauce, dejando tras de sí una zona devastada y anegada en barro, con 35 personas fallecidas y 5 que aún hoy día se dan por desaparecidas. Más de un centenar de municipios fueron declarados zona catastrófica en el País Vasco, Cantabria, Navarra y Burgos, con pérdidas económicas de más de 200 mil millones de las antiguas pesetas.

Las calles estaban llenas de escombros y de barro; muchos coches aparecían a kilómetros de distancia, las amarras del Consulado de Bilbao (un gran barco de especial atractivo turístico que estaba anclado cerca del Ayuntamiento) se partieron y acabó dando tumbos de un lado a otro de la ría para acabar engullido por las aguas.

Tras la pérdida de sus hogares, de sus negocios, de sus trabajos, de sus vehículos... la gente tuvo que sobreponerse y salir a limpiar el desastre. Gracias a la colaboración de muchos voluntarios, se lograron rescatar a muchas personas que se encontraban atrapadas en sus coches, encaramadas en los tejados de las casas o asidas desesperadamente a los árboles... Los helicópteros desempeñaron una labor fundamental, tanto para el rescate como para acercar víveres, líquidos y medicinas a la población que se encontraba aislada en sus casas o negocios pues las comunicaciones por carretera habían quedado inservibles y el transporte público no existía. Gracias también a ellos se pudo constatar desde el aire la magnitud de la catástofre.

Los hospitales dispusieron puntos estrátegicos donde repartir medicinas y vacunas para evitar las epidemias y el antiguo campo de fútbol de Garellano se habilitó para acoger a los afectados. Y aunque la comida no fue problema (porque siempre alguien tiene en casa para varios días o si no, se compartía lo que se tenía) el agua potable, paradójicamente, se convirtió en un bien de lujo. Las tuberías y las canalizaciones del agua reventaron al no aguantar el embite de semejante caudal y dejaron sin suministro a la población. Las fuentes públicas se convirtieron en el lugar de abastecimiento por excelencia, algunas de ellas situádas en montes próximos hasta donde se acercaba la gente para hacer cola y llenar garrafas de agua que transportaban en coches.

Como las comunicaciones se vieron afectadas y el teléfono dejó de funcionar, la única manera que tenía la gente de comunicarse con sus familiares fue la radio. A través de ella la gente contaba dónde se encontraba, si estaba bien, para así tranquilizar a sus parientes. También se avisaba de los sitios dónde se repartía agua por medio de camiones cisterna.

Los trabajadores de Altos Hornos de Vizcaya dedicaron un día de su trabajo a ayudar a los damnificados, un gesto que quedó en la memoria de todos. En general, las muestras de solidaridad llegaron desde muchos puntos de España. También el Ejército colaboró durante muchos días en las tareas de recostrucción de Bilbao y alrededores; su trabajo, junto con el de miles de voluntarios fue de gran ayuda.

Como anécdota curiosa, ese mismo fin de semana de las inundaciones y en medio de ese paraje desolador, una joven pareja bilbaína celebró su boda. Al parecer tenían ya todos los preparativos dispuestos y los invitados estaban ya todos en Bilbao, así que decidieron seguir adelante con la ceremonia. Claro que no pudieron tener banquete nupcial, porque tras las riadas no había ni víveres ni medios para prepararlo...

Paradojas del destino, en las Navidades de ese año (cuatro meses después de las inundaciones) el 2º premio de la lotería de Navidad dejó 7.000 millones de pesetas en Bilbao.

Os dejo este impactante video:



Fuente y fotografías: El Correo Digital.


1 chispazos:

BLAS dijo...

Yo siempre lo digo, cuando aparecen las fuerzas de la naturaleza, los hombres nos convertimos en hormiguitas, no somos nada de nada, insignificantes...