Un reportaje de una revista que recibo todos los meses sobre bebés, me despertó la curiosidad por este tipo de celebraciones, realizadas por diferentes culturas y en diversas partes del mundo, algunas de las cuáles os detallo a continuación.
Los
Maoríes de las isla de Cook, en Nueva Zelanda, como muchas comunidades que viven en contacto con la naturaleza, relacionan inmediatamente la semilla que brota de la tierra con el nacimiento de un nuevo miembro entre los suyos. Por eso, tienen la costumbre de enterrar la placenta en la tierra y plantar encima un cocotero. Su crecimiento vigoroso o no, determinará si el niño será fuerte y sano, o si por el contrario será débil y enfermizo. También el cordón umbilical tiene diferente destino, según el recién nacido sea niño o niña. En el caso de un varón, será arrojado al mar, pues según su tradición, "el espíritu del hombre pertenece al océano abierto" y en el caso de una mujer, éste "pertenece a la laguna", por lo que se lanzará en aguas interiores.
En África, en la tribu de los
Kimba de Kenia, la partera se encarga de enterrar el cordón umbilical y la placenta fuera de la cabaña en la que el niño ha nacido. Se cree que es una manera de agradecer a la
Madre Tierra la llegada de la nueva vida, aunque también puede simbolizar el deseo de atar al niño a su tierra ancestral, para que siempre pueda regresar al hogar, como creen los indios navajos del norte de América. En la sabana, los
Masai agradecen a los dioses la llegada de un nuevo ser con cantos y plegarias, sacrificando un animal: una cabra o un buey según el rango del recién nacido.

Estas comunidades que viven de la caza y la recolección, celebran con idéntica alegría la llegada de un niño o una niña, pues en su organigrama tribal, sólo cabe la cooperación por la supervivencia, y tanto hombres como mujeres se consideran imprescindibles en el desempeño de sus funciones. Otro dato curioso es que en estas comunidades, el bebé suele dormir entre sus padres hasta que su progenitora vuelve a tener la menstruación.
Este simbolismo dado a la placenta, es recurrente en muchas culturas y algunos historiadores sostienen que ya desde el antiguo Egipto se la dotó de gran relevancia, siendo considerada la parte "gemela" del nacido, dotada de su propia alma. Aunque muchos no se ponen de acuerdo de sí realmente es este órgano el que aparece representado en algunas de sus iconografías. Lo que sí aparece en un grabado y cuya foto me ha pasado una amiga que estuvo de vacaciones en el antiguo egipto, es un parto.

Otras comunidades más complejas, donde existe una economía basada en la agricultura y en la herencia del patrimonio, los hijos varones capaces de continuar el linaje y seguir trabajando la tierra son mejor bienvenidos, como en los países de tradición hinduísta (Nepal, India y el Sureste asiático). Se realizan ceremonias para propiciar que el embarazo llegue a su término y obtener la gracia de que el hijo sea varón. El caso más extremo lo encontramos en la India y en China. En la India, tener una hija es casi "una desgracia", porque implica el tener que adjuntar una costosa dote a la familia de su futuro esposo. En China, es aún más flagrantre, porque la obligación de atenerse a la política del hijo único, como habréis visto en numerosos documentales, propició una oleada de abortos masivos cuando se dilucidaba a través de las ecografías que el futuro bebé sería niña. De tal modo que hoy en día, el desequilibrio entre

sexos del gigante asiático es desorbitado (más de 24 millones de chinos no encontrarán pareja) y el envejecimiento poblacional un factor preocupante... Por no hablar de las denuncias sobre las condiciones inhumanas de los orfanatos (esas imágenes de niños atados no se nos olvidarán jamás, todos las hemos visto) y ese execrable comercio humano de niños y niñas (sobre todo de éstas últimas por ser despreciadas).
Afortunadamente, no todo el hinduísmo considera una desgracia que nazca una niña. En la isla de Bali (Indonesia), las mujeres ocupan una posición relevante, y cualquier nacimiento implica alegría y la celebración de numerosas ceremonias. Sus habitantes también siguen el rito de enterrar la placenta nada más nacer, esta vez el encargado es el padre, que lo hará a la izquierda de la entrada del hogar si el bebé es una hembra, y a la derecha si se trata de un varón. Está muy arraigada la creencia de que el alma del pequeño debe quedar firmemente unida al cuerpo, por lo que no se le pone nombre hasta transcurridos 12 días de su nacimiento, y tampoco puede tocar el suelo hasta pasados 105, siendo transportado en brazos todo ese tiempo por los adultos. Esta convicción de no pronunciar el nombre al niño hasta que se cree que se encuentra fuera de peligro de ser "llevado al otro mundo", se practica en otras culturas como en algunas comunidades haitianas, nigerianas y gitanas, donde se mantiene en secreto el nombre del bebé durante un tiempo prudencial, no vaya a ser que los "espíritus malignos" le encuentren y quieran apropiarse de su alma. En Vietam, incluso se invita a los parientes a que no dirijan cumplidos al recién nacido, sino por el contrario le dediquen adjetivos del tipo "feo", "sapo", etc., pues esos "entes perversos" prefieren a los niños guapos...
Las ceremonias más extendidas y habituales por ser más conocidas en occidente, son aquellas relacionadas con la inmersión en agua, muy vinculadas a las creencias religiosas, donde se busca la purificación del pequeño. En Grecia el bebé es sumergido tres veces en la pila bautismal como símbolo de los tres días que Jesús estuvo muerto y en otras comunidades ortodoxas de la antigua unión soviética, esta inmersión se realiza en lagos y ríos, sin importar que sea en pleno invierno, con temperaturas gélidas.

Y hablando de frío, como dato curioso, sabed que en muchos países escandinavos los niños son sacados a dormir la siesta en sus carritos o cunas a la intemperie desde que llegan al mundo, con el mercurio alcanzando -10º bajo cero, eso sí, embutidos en confortables plumones, aunque he leído que también los exponen unos pocos minutos al frío desnudos para que estén acostumbrados a soportar esas temperaturas (y luego aquí forramos a los niños en capas y capas de ropa de abrigo cuando hace un poco de fresco...). Tampoco es inusual ver carritos de bebés "aparcados" en el exterior de las cafeterías, mientras las mamás están dentro -supongo- que mirando desde la cristalera y provistas de intercomunicadores. Consideran que es peor andar abrigando y desabrigando a los críos si sólo van a entrar un momento y así evitan posibles enfriamientos por tanto cambio de temperatura. Por supuesto, esta foto que os pongo como ejemplo, demuestra también una sociedad (en este caso la islandesa) con plena confianza en la seguridad de sus calles...
En Australia, en cambio, los niños "se ahuman": en la zona de Kimberley se enciende un fuego con unos arbustos sagrados y la abuela del pequeño balancea al niño sobre el humo para purificarle y fortalecerle, mientras la parturienta rocía

el fuego con su propia leche. Quizás pueda parecer peligroso, pero no tanto si lo comparamos con un ritual celebrado hace más de 500 años por algunas comunidades musulmanas de la India, que consiste en lanzar a niños desde una altura de 15 metros sobre una tela elástica agarrada por varios hombres (por la información que he encontrado, parece ser que sólo lanzan a los bebés varones). Sus partidarios aseguran que nunca ha ocurrido ningún accidente y que es un rito imprescindible para propiciar la buena salud del pequeño a lo largo de su vida y hacer de él un hombre valiente (absurda creencia con la que intentan evitar la gran mortalidad infantil en el medio rural). Ante nuestros ojos sólo puede parecernos una práctica del todo inconsciente y reprobable, que espantaría al más impávido de los mortales, porque no me negaréis que esos críos tienen que sufrir un ataque de terror imborrable, por muy pequeños que sean...; por no hablar de la desaceleración que sufren sus órganos al caer...

Un ritual más amable y entrañable es de la cigüeña, en Holanda, donde la llegada de un bebé es anunciada en algunos pueblecitos con la colocación de una cigüeña hecha de madera que se planta en la entrada a la casa. Los familiares se la pasan unos a otros, se "presta" entre amigos o incluso se alquilan. Existen incluso diferentes "versiones", aquí os dejo una foto de una en 3D que simula haberse estrellado contra el cristal. También se mandan invitaciones a los familiares y se hace una comida especial, celebraciones que hoy día se han modernizado aún más y que desde Estados Unidos se han ido extendiendo y han dado lugar a la moda de las "babyshower": fiestas que organizan para la futura mamá familiares o amigas (una especie de "despedida de soltera" entre mujeres, pero en este caso para anunciar tan transcendente acontecimiento) donde se reúnen en torno a una comida/cena y agasajan a la embarazada con regalos para el futuro bebé.